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El curioso pero divertido caso del hombre con cabeza de elefante.
Ramón es una persona como cualquier otra. Gusta de comer comida rápida, navegar en internet, mirar partidos de fútbol, lo que una persona “normal” suele hacer, sin embargo tiene una peculiaridad excelsa; tiene cabeza de elefante. El resto de su cuerpo es el de un humano sano, con excepción de su cabeza de paquidermo.
Desde el momento en el que se encontraba en el vientre de su pobre madre quien padecía una panza tremenda por cargar a tan peculiar ser, sus padres sabían que no tendría una vida fácil. Y es cierto, ¿Cómo explicarle a la sociedad que su hijo tenía cabeza de elefante? ¿Iría a la escuela? ¿Tendría una vida normal? ¿Conseguiría una pareja? ¿Sus hijos padecerían de éste caso tan único?
A pesar de todos los inconvenientes habidos y por haber a lo largo de su vida, Ramón supo encontrar su camino para ser feliz a su manera.
En preescolar, los niños se reían de él, ¡Oh pobre Ramón! Pero, Ramón ni se inmutaba.
Le decían que batiera sus alas para volar como “Dumbo” y que nadie tenía orejas de ese tamaño, a lo que Ramón les contestaba que ellos tenían que padecer el retumbar de las moscas y mosquitos alrededor de ellos, mientras que él con un solo movimiento de sus grandes orejas la espantaba sin necesidad de mover sus manos. Ramón tenía que ganar.
En la etapa más dura y decisiva para el carácter de cualquier ser humano, la preparatoria, pudo ser el infierno para Ramón, pero todo lo contrario. Sus notas eran las más alta de la clase, ya que al poseer de la característica memoria de un elefante normal, Ramón no necesitaba usar cuadernos, pues hambriento de conocimiento memorizaba todo lo que el maestro decía, hasta sus gestos con cada palabra dicha. Ramón tenía que ganar.
Logró conseguir un título universitario, un buen trabajo como columnista en un diario local y tener su propio departamento. Sin embargo, en la oficina todo fue diferente para Ramón. La presión del trabajo era distinta a lo que estaba acostumbrado, la memoria tan privilegiada esta vez pasó a segundo plano. Las burlas de sus compañeros de oficina comenzaban a irritarlo cada vez más y más hasta que un día no lo soportó y terminó por embestir a uno de sus compañeros con ese cráneo duro de elefante. Mandándolo al hospital con una costilla rota como recordatorio de que todo tiene un límite.Ramón tenía que ganar.
¡Aleluya por el día que Ramón encontró a su media naranja! Una chica, amante de los animales, mostró interés por Ramón, más que la ciencia, más que las miradas de los curiosos en la calle, más que los doctores al verlo nacer. Ramón pudo formar una pequeña familia junto a su amada. Procrearon a una pequeña niña sana, con cuerpo de humano normal y cabeza normal.
Ramón había ganado, Ramón fue feliz.
c) GalletoconK
Tu like es muy importante para nosotros: www.facebook.com/oneminutestor…
Ramón es una persona como cualquier otra. Gusta de comer comida rápida, navegar en internet, mirar partidos de fútbol, lo que una persona “normal” suele hacer, sin embargo tiene una peculiaridad excelsa; tiene cabeza de elefante. El resto de su cuerpo es el de un humano sano, con excepción de su cabeza de paquidermo.
Desde el momento en el que se encontraba en el vientre de su pobre madre quien padecía una panza tremenda por cargar a tan peculiar ser, sus padres sabían que no tendría una vida fácil. Y es cierto, ¿Cómo explicarle a la sociedad que su hijo tenía cabeza de elefante? ¿Iría a la escuela? ¿Tendría una vida normal? ¿Conseguiría una pareja? ¿Sus hijos padecerían de éste caso tan único?
A pesar de todos los inconvenientes habidos y por haber a lo largo de su vida, Ramón supo encontrar su camino para ser feliz a su manera.
En preescolar, los niños se reían de él, ¡Oh pobre Ramón! Pero, Ramón ni se inmutaba.
Le decían que batiera sus alas para volar como “Dumbo” y que nadie tenía orejas de ese tamaño, a lo que Ramón les contestaba que ellos tenían que padecer el retumbar de las moscas y mosquitos alrededor de ellos, mientras que él con un solo movimiento de sus grandes orejas la espantaba sin necesidad de mover sus manos. Ramón tenía que ganar.
En la etapa más dura y decisiva para el carácter de cualquier ser humano, la preparatoria, pudo ser el infierno para Ramón, pero todo lo contrario. Sus notas eran las más alta de la clase, ya que al poseer de la característica memoria de un elefante normal, Ramón no necesitaba usar cuadernos, pues hambriento de conocimiento memorizaba todo lo que el maestro decía, hasta sus gestos con cada palabra dicha. Ramón tenía que ganar.
Logró conseguir un título universitario, un buen trabajo como columnista en un diario local y tener su propio departamento. Sin embargo, en la oficina todo fue diferente para Ramón. La presión del trabajo era distinta a lo que estaba acostumbrado, la memoria tan privilegiada esta vez pasó a segundo plano. Las burlas de sus compañeros de oficina comenzaban a irritarlo cada vez más y más hasta que un día no lo soportó y terminó por embestir a uno de sus compañeros con ese cráneo duro de elefante. Mandándolo al hospital con una costilla rota como recordatorio de que todo tiene un límite.Ramón tenía que ganar.
¡Aleluya por el día que Ramón encontró a su media naranja! Una chica, amante de los animales, mostró interés por Ramón, más que la ciencia, más que las miradas de los curiosos en la calle, más que los doctores al verlo nacer. Ramón pudo formar una pequeña familia junto a su amada. Procrearon a una pequeña niña sana, con cuerpo de humano normal y cabeza normal.
Ramón había ganado, Ramón fue feliz.
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